El autor desea establecer de
entrada un proyecto común aunque distinto en la producción teórica de Freud,
Lacan, Butler y Haraway, la configuración de una apuesta contestaria, un
proyecto contra-hegemónico, una subjetividad compleja y antideterminista que
amenaza al discurso dominante de la personalidad. Las propuestas de estos
cuatro autores posibilitaron una discusión compleja de la subjetividad
permitiendo mayor inclusión de las diversas subjetividades posibles en
sociedad. Estos cuatros autores desarrollaron de forma diferente, en ocasiones
con premisas teóricas en contraposición, una mirada diferente a la norma
dominante de su época respecto al sujeto, construyeron un discurso que
cuestionaba (y continúa cuestionando) las premisas tradicionales, positivistas,
simplificadoras del sujeto del paradigma newtoniano-cartesiano. A continuación
desarrollaremos varios asuntos discutidos en el Malestar de la Cultura de
Sigmund Freud e ideas de Jacques Lacan recogidas en Lingüistería por
Braunstein, para vincularlos y reflexionar sobre los posicionamientos de Judith
Butler en El género en disputa y Manifiesto Cyborg de Donna Haraway.
El discurso psicoanalítico de
Freud y de Lacan comparten la negación o la imposibilidad de rescatar la
ontología, indican que no hay origen, se ha perdido entre el mito (o la
intención mítica de ubicar un génesis) para el primero, y la fluidez del
lenguaje para el último. Sus posicionamientos arremeten contra el esencialismo
y el naturalismo del paradigma de la simplicidad, el sujeto de estos autores no
tiene esencia natural, no hay principio, ni verdad. No hablan de personalidad
sino de subjetividad, el yo está descentrado y en constante resistencia al
descentramiento. Freud y Lacan proponen un yo dividido, incompleto, fluido,
sujetado a fuerzas estructurales, sociales, culturales e inconscientes. El
sujeto de Freud (1930) y Lacan (según Braunstein, 1986), aunque sujetos
teóricamente diferentes, comparten la idea de un yo en devenir, regidos por
algo más que la razón, trastocados por la pasión, el deseo, las pulsiones, los
instintos, el otro, el lenguaje, los significados y significantes.
Según Freud (1930) el sujeto
vive reprimido, en “torturante malestar, como una especie de angustia” e
infeliz a cambio de coexistir con la familia y su sociedad. Para Lacan (según
Braunstein, 1986) el sujeto es incomprendido, “ficción, novela familiar, mito
individual elaborado por alguien que no sabe lo que dice” (p.143). El sujeto de Lacan está en falta, siempre
insatisfecho, dependiente del otro, sufrido y con la carga opaca de la
reminiscencia de un sentimiento de desamparo infantil. El sujeto de Lacan según
se observa en Braunstein (1986) accede al corte y a la represión, acepta la
neurosis como conditio sine qua non
para evitar la psicosis y la perversidad, y devenir como sujeto “normal”. Defender y presentar el concepto
del inconsciente implicó poner en duda y cuestionar la lógica racionalista, la
idea del yo íntegro y unitario, y la supuesta capacidad humana de controlar y
dominar sus acciones por medio de su voluntad y raciocinio.
“En
condiciones normales nada nos parece tan seguro y establecido como la sensación
de nuestra intimidad, de nuestro propio yo. Este yo se nos presenta como algo
independiente, unitario, bien demarcado frente a todo lo demás. Solo la
investigación psicoanalítica - que , por otra parte, aún tiene mucho que
decirnos sobre la relación entre el yo y el ello- nos ha enseñado que esa
apariencia es engañosa; que, por el contrario, el yo se continua hacia dentro,
sin límites precisos, con una unidad psíquica inconsciente que denominamos ello
y a la cual viene a servir como de fachada.” (El malestar en la cultura, 1930)
Freud en El malestar en la
cultura (1930) critica la preminencia de la conciencia, del yo integro y
resalta el carácter fragmentado y social de la realidad psicológica, mostrando
así la fragilidad y limitación de la categoría identidad.
Para Freud como para Lacan la conciencia
es una cualidad o característica de los procesos psíquicos, no la central o
general. En Freud, el aparato psíquico se constituye en la dinámica de las
identificaciones, de las introyecciones e internalizaciones y en el flujo de la
historia libidinal y sociocultural que le acontece. Lacan recoge la propuesta
de Freud pero le da un giro (lingüístico-filosófico), se enfoca en la
importancia del interjuego del lenguaje (significados, significantes, metáforas
y metonimias), el deseo, el goce, el otro y sus identificaciones perpetuas. La
perspectiva dinámica del psicoanálisis permite analizar los procesos y sus
formas de producción entre elementos conscientes e inconscientes, individuales
y sociales, contradicciones y conflictos que se suscitan en interacción y
relaciones, logrando comprender al sujeto y su subjetivación siempre con la
presencia del otro, como un lazo psicosocial.
En el Malestar de la Cultura
(1930), Freud explica que el sujeto se encuentra en una lucha continua entre
sus deseos, pulsiones e instintos y las exigencias y normas de la cultura,
razón por la cual el humano debe reprimirse ciertas pulsiones y deseos, para lograr convivir en sociedad. Esta
represión le producirá malestar al sujeto de Freud (1930), vivir con el otro
implica una angustia. Según Braunstein (1986), para Lacan el sujeto debe
someterse al distanciamiento de la madre y aceptar “el corte”, sometimiento del
padre/ley/otro/cultura. El sujeto de Lacan debe asumir el corte originario que
condena al sujeto a un deseo vacuo y a su respectiva insatisfacción vitalicia;
el deseo como su inconsciente es incomprendido, dinámico, y relativo como los
significantes en el lenguaje. Lacan señala según se observa en Braunstein (1986), que el deseo
no puede ser satisfecho porque el deseo es ilusorio, casi fantasmagórico, huye
y cambia de objeto en el momento de la consumación. El lenguaje en Lacan es
metáfora del otro, por lo que el deseo del otro consta en un intento de
significación, de sustitución satisfactoria, pero el otro nunca es significado
sino significante, razón por la cual el otro y el deseo no satisfacen, el
sujeto solo encuentra el goce, “el significante es la causa del goce”
(Braunstein, 1986).
El sujeto de Lacan busca
sustituir aquel sentimiento de completud originario (sentimiento oceánico en
Freud) con diversos objetos e imagenes exteriores, los objetos apropiados se
convierten en goce. Freud y Lacan proponen un sujeto deseante, una
subjetividad (hiper)deseante que se encuentra buscando constantemente al otro.
Desde estas propuestas psicoanalíticas donde el yo esta escindido y busca el/lo
otro para complementarse, la individuación y subjetivación radicaría en
distanciar al yo del otro cuanto sea posible, el yo consistiría en alejarse de
las posiciones y deseos del Otro. En Freud, el proceso de identificación se define como “la
manifestación más temprana de un enlace afectivo a otra persona” (Freud, 1921,
p.258). Este concepto de identificación será sumido por Butler para desarrollar
su concepto de performatividad. Freud y Lacan permiten la idea de un sujeto y
subjetividad escindida, incompleta, fragmentada y compleja, una subjetividad
que trasciende lo consciente y lo puramente racional.
Judith Butler
Pero, ¿cómo los posicionamientos
psicoanalíticos se vinculan con la apuesta de Judith Butler y Donna Haraway (y
los sujetos cyborgs)? Butler desde posturas feministas criticas toma alguna de
las premisas de la constitución de la subjetividad de Freud y Lacan antes
expuestas y otras no mencionadas en este escrito; las combina con las
aportaciones de Michel Foucault sobre las relaciones entre el poder-saber, la
construcción histórica de la verdad por medio de discursos y mecanismos de
control y exclusión, y la docilización de los cuerpos; integrando la
perspectiva del deseo de Hegel, donde el sujeto busca reconocimiento en el
exterior, en el otro y a la vez, integra al otro en su interior; y por último,
asume en su epistemología la pista de la performatividad que le proporcionó
Jacques Derrida. Butler en El género en disputa (1999) establece una
crítica contra la categoría género, desestabilizando las bases positivistas de
la lógica psicológica tradicional esencialista. Butler (1996) establece que la
categoría de género, mujer, sexo, deseo e identidad como categorías construidas
sociohistoricamente han sido producida por las relaciones de poder del sistema
patriarcal a través de sus distintas instituciones y dispositivos. Butler se
presta de un cúmulo de miradas complejas para criticar la complejidad de la
realidad psicosocial, y una de sus herramientas teóricas y conceptuales es la
categoría de performatividad.
Esta performatividad es una especie de
identificación-acto, el género según Butler (1996) se asume (consciente e
inconscientemente) y se performa, se actúa (consciente e
inconscientemente). “La performatividad no es un
acto único, sino una repetición y un ritual que logra su efecto mediante su
naturalización en el contexto de un cuerpo, entendido, hasta cierto punto, como
una duración temporal sostenida culturalmente” (Butler, 1999), los enunciados
performativos, son enunciados que se materializan en el tiempo y en los
cuerpos, producen cosas con palabras. Según Butler (1999) el concepto de
performatividad es un arma subversiva,
por un lado permite la reproducción de la violencia normativa de los cuerpos, y
al mismo tiempo posibilita el cambio y la resistencia. La performatividad tiene dos elementos
principales, su efecto de materializar los discursos en el cuerpo y las
subjetividades, y la función de la repetición del enunciado performativo,
función que logra su efectividad a través de la repetición a través del tiempo.
Este mecanismo performativo, indica Butler (1999)
tiende a materializar los discursos repitiendo las normativas morfológicas
dominantes del sexo, mediante el mecanismo de prohibición y tabú, esto
inspirado en la teoría de Freud (ley por vía del padre) (1930). Sin embargo,
para Butler (1996) la repetición de la performatividad es una repetición
incompleta (como las identificaciones de la subjetividad de Freud, Lacan y
Fuss), es una repetición irrepetible, una repetición que no se repite
enteramente, sino que difiere mínimamente, no logra exactitud por su elemento
de teatralidad o imitación subjetiva. En esto podemos observar el sujeto
incompleto de Lacan, sus identificaciones constantes con el otro no le
satisfacen, ni logra asumir al otro enteramente.
“Lo iterable de la performatividad es una
teoría de la capacidad de acción (o agencia), una teoría que no puede negar el
poder como condición de su propia posibilidad” (Butler, 1999), el sujeto está
determinado parcialmente en la teoría de Butler, pues las normas se transmiten
y se reproducen culturalmente por medio de relaciones de poder, pero al ser
parcial la determinación, la indeterminación implicada es la que permite la
capacidad del agente a modificar la norma. La iterabilidad intrínseca en
este concepto de performatividad, permite la diferencia, la contingencia,
produce el espacio para la variabilidad y la proliferación de diversos
significados (aquí vemos a Lacan y a Freud nuevamente). Para Butler, esta
cualidad de la performatividad de los sujetos, del género contiene un elemento
subversivo, atenta con los esquemas dominantes y heteronormativos, y puede
resignificar los imaginarios sociales del género y la mujer. En resumen, según
Butler (1999) la performatividad con su dimensión teatral cuestiona la
concepción esencialista del sujeto de la psicología y los discursos feministas
tradicionales, y permite la desnaturalización del sexo al presentar la
contingencia y variabilidad de los actos performativos como elemento esencial
de su teoría. Para Butler (1999) el género, el sexo, y las identidades se
perfoman mediante la “reiteración estilizadas de actos” normativos, son copias
sin original, aquí Butler sigue la línea de Freud y Lacan donde la ontología y
el significado original se pierden, el original y la copia son indistinguibles
pues ambos son considerados performativos.
Desde estas coordenadas Butler cuestiona y
deconstruye las categorías identidad, género, sexo y cuerpo como construcciones
sociohistóricas y discursivas configuradas por el poder del sistema patriarcal.
El cuerpo, ni el género tienen una esencia natural, pero han atravesado
procesos de naturalización y se han materializado por medio de dispositivos
performativos. Para Judith Butler el cuerpo en su carácter biológico y
anatómico no implica un principio, un referente original, pues el cuerpo es
producido por límites morfológicos artificiales construidos discursivamente,
que a través de la historia y los procesos culturales se constituyen en la
materialización de los cuerpos. Para Butler el ideal fálico y su posición
privilegiada en nuestros sistemas de significación, producen y permiten la
subyugación de las identidades relacionadas a la mujer y lo femenino, su teoría
intenta difuminar el falocentrismo del sistema patriacal y de la teoría de
Freud y Lacan. Su teoría presenta al sujeto como un constante devenir, en
contínuo cambio, y establece al género, el cuerpo y el sexo como conceptos
construidos socioculturalmente a través de la historia que atraviesan un red de
relaciones de poder. Mediante la performatividad del género se producen
identidades inestables y diferentes, que aunque repiten normas de género
dominantes, simultáneamente las subvierten al modificarlas y esto muestra el
carácter social de todos los géneros, dominantes o no. La importancia de la
epistemología de Butler es la cuestión ética-política, implica una postura que
permite una democratización normativa, permite nuevos espacios y poderes para
diversos cuerpos, subjetividades, y mayor inclusión para las mujeres y los
diversos géneros en sociedad. Su
teoría pone al otro como sujeto importante para la subjetividad. Su teoría no solo cuestiona los
postulados de la psicología tradicional respecto el sujeto unitario y la
identidad en correspondencia con la esencia biológica-natural, también critica
las premisas esencialistas del género y la categoría mujer de algunas teorías
feministas.
Donna Hardaway
Por otro lado,
el sujeto cyborg de Haraway por medio de la lógica cibernética amenaza y
se resiste como el sujeto del psiconalisis y el sujeto de Butler, a los
entendidos tradicionales y dominantes de la categoria identidad. Establece una crítica a la idea del yo
centrado y unitario, y a la idea del cuerpo y el género esencialmente natural en
correspondencia al sexo biológico-anatómico. Los sujetos cyborg presentan desde el feminismo materialista una
crítica al esencialismo biológico y al género como categoría solida, e
inmutable. El sujeto cyborg
trastoca “la experiencia de la mujer en el
siglo XX tardío.”, pues este sujeto presenta “una criatura en un mundo
post-género” (Haraway, 1995). El sujeto cyborg resalta el principio de dialogicidad de Edagr
Morin, pues el sujeto cyborg mantiene cosas unidas incompatibles. El sujeto cyborg mezcla de
tecnología y cuerpo, de naturaleza y máquina, condensa una imagen contestataria
y contrahegemónica, que solicita repensar y reconstruir el concepto de lo
natural, de la naturaleza humana, y la categoría de género. Haraway logra diluir las fronteras de lo artificial con lo
natural, permitiendo desdibujar los limites del cuerpo y del género como
Butler, pero desde otra propuesta teórica y epistemológica. Como Butler,
Haraway (1995) piensa que el poder materializa los cuerpos mediante lo
simbólico y lo imaginario. Este sujeto no tiene origen, ni responde a las
lógicas freudianas del complejo edipal. Haraway comparte con Freud, Lacan y Butler la idea de un sujeto
descentrado, complejo y fluido, sin ontología, sin esencia natural. El
cuerpo para Haraway (1995) y para Butler (1999) es un campo de batalla, no un
elemento a ser descubierto, sino a ser conquistado y construido.
“Un cyborg es un organismo
cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social
y también de ficción.” (Haraway, 1995), el sujeto de Haraway es
antiesencialista, variable en su constitución, no se puede delimitar dónde y
qué es lo natural o lo cultural, lo orgánico o lo artificial, la carne o la
máquina. El sujeto cyborg o cibernético de Haraway cuestiona la lógica
determinista, naturalista y esencialista del paradigma de la simplicidad,
intenta destruir teóricamente al sujeto cartesiano y a la categoría de
personalidad por medio de una apuesta compleja que asume al humano como
hibrido, donde la tecnología es parte constitutiva de su existencia y no una
prótesis exterior y complementaria. Haraway cuestiona así la idea de género y
cuerpo tanto de la psicología como de las perspectivas feministas
tradicionales, un cuerpo-máquina borra o desdibuja el concepto orgánico del
sexo y del cuerpo. Para Haraway los sujetos cyborg constituyen “una ficción que
abarca nuestra realidad social y corporal, un recurso imaginativo sugerente de
acoplamientos muy fructíferos (…). A finales del siglo XX –nuestra era, un
tiempo mítico- todos somos quimeras, híbridos teorizados y fabricados de
máquina y organismo” (Haraway, 1995: 253-254).
Habría
que cuestionarse ¿qué implicaciones tiene este sujeto cibernético en nuestra
actualidad? ¿Somos sujetos cibernéticos? En el siglo XXI la maquina se ha
insertado cada vez más en nuestro entorno, en nuestro cuerpo, en nuestros
quehaceres, en nuestra existencia en general, los limites de lo humano y lo
natural se han licuado, mezclado para siempre con los limites ya difusos de lo
artificial y la maquina. Vivimos con maquinas y en maquinas. La cirujana que necesita cierta maquina para operar,
el director de cine que en su quehacer requiere la maquina para fungir, los
individuos que tienen prótesis o maquinas internas que le sustituyen un órgano
o parte del cuerpo, los sujetos que no van a ningún lado sin su teléfono
celular porque les hace falta, lo siente suyo, lo han incorporado en su
subjetividad, aquellos que su comunicación principalmente es cibernética; en
nuestra época el cuerpo debe tener una mirada más compleja, una que trascienda
los limites morfológicos de la lógica tradicional, simple y positivista. Somos
sujetos cibernéticos, hemos incorporado la maquina y nos hemos incorporado en ella, nos hemos co-constituido en la hibridez. Lo natural y lo
artificial se han entremezclado, en teoría y praxis. Lo
natural-artificial y lo humano-maquina hoy se constituyen, y constituyen al
sujeto cibernético de nuestra contemporaneidad, hace de nosotros un sujeto
contradictorio, complejo e híbrido.
La propuesta y la imagen del cyborg
permite repensar los cuerpos, la subjetividad en términos híbridos, complejos,
descartando la lógica simple y dicotómica de la ciencia clásica y la psicología
tradicional. Butler, Haraway, Lacan y Freud presentan un corpus teórico que
aunque diferentes entre sí, y en ocasiones con postulados contradictorios,
comparten la idea de una subjetividad compleja, variable, contingente, un yo
descentrado y dinámico, sin esencia, sin ontología tradicional.
Referencias:
Butler, J. (1999) El género en
disputa: El feminismo y la subversión de la identidad. Paidos.
Freud, S. (1921) Psicología de
las masas y análisis del yo
Freud, S. (1930, 1996) El
malestar en la cultura.
Haraway, D. (1991) Manifiesto
Cyborg: Ciencia, Tecnología y Feminismo Socialista en 1980.
Braunstein, N.A. (1986). “Lingüuistería.” Lacan, Entre el lenguaje y
la lingüística. México: Siglo XXI.
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